jueves, 11 de febrero de 2016

jueves, 4 de febrero de 2016

miércoles, 3 de febrero de 2016

¿Conciliación familiar?, ¿en serio?

Hoy cambio el ejercicio por el paracetamol y el jarabe. Un catarro fortísimo me tiene intentando dar la talla todo el día. No aspiro a más.

En el cole hay tres de ocho de baja y las que estamos, ni se nos ocurre faltar tengamos lo que tengamos.

He cambiado comer por tener una tutoría con una profe de mi hijo. ¡Qué difícil es estar al otro lado!, ser la madre que intenta que la seño vea a tu tesoro con tus ojos en vez de ser la seño asertiva que intenta entender y demostrar que te importa a una madre preocupada.
Estar en los dos lados creo que es bueno para mi trabajo, aunque te tuerzan el gesto cuando dices que llegarás a la hora, pero que echen un ojo a mi clase por si acaso, aunque te miren con mala cara cuando deciden poner el curso de formación fuera del horario escolar para que acudan los padres y tú dejas de acudir. Cambio un curso por ir al médico con los peques, pero eso no lo he dicho, no se dan explicaciones a quien ya te ha juzgado.

Ser madre trabajadora en educación tiene muchas contradicciones. Como que nos hagan llamar a los padres para cambiar a los niños si se mean y yo no pueda dejar mi clase de tres añitos para ir a cambiar a mi hijo que está en la clase de cuatro, ¿qué les pedimos a los padres o mejor, a las madres con trabajos mucho más alejados de nuestra realidad?. Todo porque alguien acusó de abusos a un profe por cambiar a un niño y querer así ganar un dinero con la publicidad a costa de hundir a un profesional para siempre e inspección que nunca aterriza decida cortar por lo sano.

Ni quiero contar lo que es estar en los grupos de las madres de tu propio cole, cosa que ya he pasado.
Creo que eso sólo beneficia al centro aunque es el que se cree más amenazado.
Nunca vas a hacer otra cosa que no sea defender al centro delante de los padres, más que nada porque sólo les daría más sensación de caos, pero sí es cierto que me he sentido más unida a las madres, trabajadoras como yo, que a mis compañeras, recién llegadas y sin niños fuera del cole.
En un mismo centro es increíble las realidades que se viven a uno y otro lado de la valla. Incluso trabajando de apoyo en la clase paralela a la de mi hijo, me enteraba de un montón de cosas que no sabía en las reuniones de padres. Aprendí de los miedos no expresados, de las dudas, de las inseguridades de gente que dejan su tesoro más preciado en manos de extraños, profesionales como la copa de un pino, pero extraños. Aprendí la importancia de convencer a los padres de que tu trabajo es importante además de hacerlo bien y creo que el beneficiado es siempre el centro porque te convierte en una mediadora que ni tiene precio ya ti te deja agotada emocionalmente.

Cuando he intentado explicar a la profesora que mi hijo estaba llamando la atención, que está buscando su lugar entre sus hermanos, que quiere su protagonismo por las buenas o las malas ha habido un momento en el que se ha puesto en mi lugar en vez de en el suyo y me ha mirado espantada, "¡Madre mía, la que tienes en casa!", me ha dicho.

Hoy ni me tengo en pie, sin embargo, he ido a tope. Ahora mis hijos me necesitan, ahora, no dentro de veinte años. Algún día podré ir al teatro cuando quiera, comprar entradas o hacer planes con meses de antelación, algún día no me necesitarán, pero este es el momento de educarlos, aquí y ahora, aunque la conciliación familiar y laboral me de muchas ganas de reír por no decir de llorar.