lunes, 11 de junio de 2012

Antes y después

En el trabajo más bonito del mundo un alumno jugaba en clase. Se suponía que alguien iba caracterizado de una profesión y haciendo preguntas a los demás adivinaba a qué se dedicaba.

A una nena la pusieron de maestra y preguntaron cosas variadas, ¿es difícil?, ¿es duro?, y cuándo alguien preguntó ¿cuánto trabaja? el niño contestó saliéndole del alma "¡no mucho!".

¿No mucho?, pensé cuándo lo supe, ¡NO MUCHO! pensé al reaccionar, ¿cómo podía tener una percepción tan equivocada de un oficio que tenía tan cerca.

La culpa, pensé enseguida, era nuestra, que nos apasiona tanto este trabajo que lo hacemos fácil a los ojos de los demás. Decidimos cambiar de actitud, fue antes de los recortes, pero vinieron de inmediato para recordarnos que no era el único con visión de niño en este país que está demostrando ser una república bananera con un gobierno corrupto independientemente de la ideología que ondean.

Decidimos decir lo que hacíamos, en el aula o en casa, decidimos explicar lo complicado que es hacerlo todo simple, decidimos rendirnos cuentas a nosotras mismas y nos espantamos de las horas que hacemos fuera y dentro del aula, más fuera que dentro, que a los niños has de llevar la tarea muy clara y con mucho abanico de maniobra para acertar siempre con sus intereses y en las horas sin niños, mi ordenador va mejor que todos los del cole juntos (que allí cuando va una cosa, no van cuatro).

Empezaron a decir "¡Cuánto trabajas!", sólo informando, sin un ápice de exageración y a final de curso, no besan el suelo que pisamos, que ni es higiénico con tanto recorte en limpieza, ni hace falta ninguna, pero están tan orgullosos de nosotras como nosotras de ellos, que ya es mucho en pleno Junio.

Ahora, si pongo el siguiente dibujo, sabrán que no miento, porque les hemos enseñado a mirarnos como personas y saber lo importante que es nuestro esfuerzo.

Sí, trabajamos mucho.


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